Había una vez, un aviador que un día se encontró a un niño con cabellos dorados en medio del Sahara. Esta es la historia que nos contó Antoine Saint-Exupéry en el año 1943. Este año, Mark Osborne (Kung Fu Panda) nos lo vuelve a traer de su asteoride B 612 en forma de película de animación.
Mark Osborne nos acerca a la historia de El principito a través de una niña cuya madurez es superior a su edad. Ella vive con su madre, la cual quiere lo mejor para su hija, por eso se empeña en matricularla en la prestigiosa Academia Werth. Para conseguirlo la niña tiene que trabajar muy duro, ocupando la mayor parte de su tiempo en los estudios, teniendo programado hasta el último segundo del día.
Madre e hija se mudan de casa, llegando a un barrio donde todas las casas están creadas por el mismo patrón, donde la vida está coartada por horarios y vidas aburridas, grises y monótonas. Pero no todas son así, al lado vive un anciano, que desentona totalmente con la vida rutinaria del barrio. Su casa es totalmente distinta, en su parcela hay luz, color, vida y él parece que no ha dejado morir el niño que un día fue. El querido aviador que quiere volver a ver a su amigo.
El aviador y la niña forjan una amistad mediante las páginas de la historia del pequeño príncipe que un día apareció en su vida pidiéndole un cordero. Una amistad que hace tambalear el maravilloso horario que la madre de la pequeña ha creado para ella.
El principito es una joya de la literatura y eso es lo que ha querido Osborne para el cine: crear una auténtica joya de la animación, que seguramente ha suscitado grandes envidias en el mismísimo Pixar. Y es que El principito mezcla, sin desentonar en absoluto, la animación con el stop motion, de manera que separa las dos historias que nos cuenta: la del pequeño príncipe y la de la pequeña niña que busca su niñez. Todo ello acompañado de una banda sonora de Hans Zimmer y Richard Harvey que hace que las emociones se pongan a flor de piel a lo largo de los 106 minutos de duración del film. De esta manera se crea la magia, la magia de una película que te hace soñar, reflexionar y por qué no, buscar más allá, salir de nuestro pequeño mundo y explorar, tal y como hizo el principito en su aventura.
Las películas de animación están etiquetadas como películas infantiles, algo que poco a poco los grandes productores van cambiado, enfocando sus largometrajes y cortos de animación hacia ambos públicos: el infantil y el adulto. El Principito es una de ellas.
Al igual que el libro de Exúpery, la historia se cuenta a los niños, esos niños que son los únicos capaces de ver a través de la imaginación, que poseen la creatividad más pura, que para ellos todo es posible, ven con el corazón, sin los filtros grises que la adultez pone a nuestros ojos, sin las preocupaciones que nos crea el estrés de la vida adulta: trabajo, problemas, facturas, rutinas..., ven con los ojos de la inocencia. Aunque la historia se dirija a los niños, esos niños que nunca deben olvidar su inocencia, su creatividad, que nunca deben dejar morir su imaginación, a los adultos nos da de bruces contra nuestra realidad. Nos muestra cara a cara nuestras vidas dirigidas por la rutina, en la que olvidamos lo que es de verdad lo esencial. Buscamos lo mejor: el mejor trabajo, el mejor puesto social, el mejor coche, la mejor vivienda, la mejor cuenta corriente y nos olvidamos completamente de lo que nos importa realmente: nuestro sentido de la vida, la amistad, el amor.
Y eso es lo que nos recuerda El principito a través del amor de una frágil rosa, el cuidado de su pequeño asteroide para que los baobabs no lo destruyan y la amistad forjada con un zorro muy sabio. Nos deja una lección muy sabia: lo esencial es invisible a los ojos. Lo siento mucho, sé que es duro escuchar esto, pero, a pesar de que Exupéry nos lo dijo hace ya 73 años, seguimos buscando lo esencial en el lado equivocado. Todavía no hemos aprendido nada, seguimos en el mismo bucle de rutina y hastío año tras año, buscando en el lado material todo aquello que lo emocional nos regala día a día.
Es momento de reflexionar cómo es nuestra vida y cómo queremos vivirla realmente.Y eso es lo que nos recuerda El principito a través del amor de una frágil rosa, el cuidado de su pequeño asteroide para que los baobabs no lo destruyan y la amistad forjada con un zorro muy sabio. Nos deja una lección muy sabia: lo esencial es invisible a los ojos. Lo siento mucho, sé que es duro escuchar esto, pero, a pesar de que Exupéry nos lo dijo hace ya 73 años, seguimos buscando lo esencial en el lado equivocado. Todavía no hemos aprendido nada, seguimos en el mismo bucle de rutina y hastío año tras año, buscando en el lado material todo aquello que lo emocional nos regala día a día.
Lo mejor: Absolutamente todo, desde el stop motion, animación, guion, duración, música.
Lo peor: No avisan a la entrada del cine, ni en los posters, trailers, anuncios que hay que ir al cine con un ejército de Klinnex, nunca he visto tantas lágrimas juntas en una sala de cine, tanto de niños como adultos.
Recomendada a todos los públicos, pequeños y mayores, a todos aquellos capaces de ver la belleza más allá, a todos aquellos que saben mirar con el corazón, a todos los que buscan la puesta de sol, pero sobre todo a todos aquellos que miran al cielo estrellado y oyen la inocente risa de un pequeño niño, que abandonó su asteroide para enseñarnos la más valiosa de las lecciones.
Nota: 10/10
1 comentario:
Genial análisis, ha sido una película genial, un clásico instantáneo
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